CON TORNILLOS Y A LO LOCO.

09.12.2012 18:46

Ayer me levanté tarde y con resaca. Intenté acordarme de lo que había hecho la noche anterior pero mi mente seguía empapada en alcohol y no contestaba.

Tomé un café bien cargado mientras me rascaba con sarna mis partes, y después de apretar mis oxidados tornillos, me puse mi kukurucho blanco en la cabeza, cogí el quad, la gasolina, el bate de béisbol, el cuarto de cerebro que atesoro y me lancé a las calles.

Para empezar bien el día, quemé media docena de contenedores y rompí la cabeza a un par de adolescentes despistados. Los muy estúpidos al ver mi kukurucho, me pidieron un autógrafo pensando que era algún excéntrico famoso de la tele, sin saber, que mi única firma la hago con mi bate de béisbol…

Después de beberme unas cervezas para celebrar la rúbrica, y ya con la vejiga bien cargada, oriné a un mendigo después de robarle la pasta que tenía en su raído sombrero, y como traca final arrollé con el quad a una ancianita que intentó, inútilmente, golpearme con su ridículo bastón.

 

Una mañana perfecta.

Nada nuevo bajo el sol. Nada que no haga un día sí y otro también.

 

Antes no, antes era una persona normal.  

Si ser  normal se le llama a tener ciertos estudios, leer regularmente, amar el cine y la playa, entrar en Internet de vez en cuando, seguir a siete equipos de fútbol  y trabajar como un condenado para pagar mi hipoteca.

 

No había insultado a nadie en mi vida, me había peleado una vez con diez años después de una estúpida discusión sobre el tamaño de mis orejas, y mis únicos silbidos eran los que realizaba en la ducha intentando emular la música de algún Western de Leone.

 

Intentaba pensar por mi mismo, poco, para que nos vamos a engañar, y aunque conocía mis limitaciones mentales me enorgullecía saber que eran mías y de nadie más.

Sabía perfectamente que el mundo estaba lleno de incompetentes, imbéciles y correveidiles pero como me consideraba uno de ellos, era algo que tenía muy asimilado.

 

Pero eso, como os acabo de contar, era antes.  Mucho antes de aquel fatídico día en el que tomé aquella decisión. Una decisión que más de uno, a la vista de los empeños que ponen para que la abandone, todavía no acaban de comprender.

 

La culpa, si es que a esto se le puede llamar de esta manera, fue de Cristiano y su gol. Aquel gol de cabeza elevándose por encima de la defensa me cortocircuito la mente.

Aquel primer título empezó a corroerme las neuronas y mi aspecto exterior empezó a cambiar. Me salieron cicatrices y me corté el pelo a cazuela a pesar de que mi mujer me dijo que para lo mío se estilaba más lo del corte a cepillo.

Dejé de leer y empecé a frecuentar oscuros y peligrosos blog. También empecé a odiar  el blues y me puse a escuchar discos de Shakira al revés mientras echaba espuma por la boca.

Los siguientes síntomas físicos no tardaron en aparecer. Imagino que como mucha gente me decía que para apoyar a Mou tenía que haber perdido un tornillo, experimente una reacción natural y me salieron cuatro de golpe.

 

Más tarde noté que en las ruedas de prensa cierto agradable picorcillo me recorría el cuerpo. Primero suavemente, como un ligero cosquilleo que empezaba en los pies y acababa en mi carcomido cerebro, y luego como un espasmo que hacía que los tornillos girasen en el sentido contrario a las agujas del reloj, imagino que para intentar parar el tiempo y seguir disfrutando de sus contestaciones.

 

Y todo por su culpa. Todo por su maldita culpa. Ha arruinado mi vida. Antes era una persona normal, anónima, medianamente trabajadora y hasta cierto punto, educada. Antes…

 

Ahora ya no. Ahora me dicen que he dejado de pensar.

 

Lo han conseguido. Tienen razón. Tienen mucha razón. Soy un descerebrado peligroso. Soy un Frankenstein hecho a retales. SoydeMou.