corto y pego

geryon | 05.11.2012

He aquí un texto que debería ser de obligada lectura en las canteras de cadetes y juveniles. No habla de fútbol, ni de nada ejemplar, no conlleva moraleja, pero es descojonante.
Sígase la lectura con algun buen video de Youtube:

"¿Que habría sido de Antonio Cassano si el fútbol no se hubiera cruzado en su camino? "Sería un ladrón, estaría dando tirones, de cualquier manera sería un delincuente". Eso confiesa sincero el propio interesado en Lo digo todo, la biografía que ha escrito junto a Pierluigi Pardo, un periodista de la cadena de televisión Sky, y que el próximo miércoles desembarcará en las librerías italianas de la mano de la editorial Rizzoli.

Antonio Cassano (Antò, como le llaman los amigos en dialecto apulense) siempre ha tenido fama de procaz, macarra, bravucón y juerguista. Y una vez más hace honor a su leyenda. En Lo digo todo cuenta por ejemplo que a lo largo de su vida ha mantenido relaciones sexuales con unas 600 ó 700 mujeres, afirma que muchas veces ha saltado al campo después de haberse pasado una noche de parranda, confiesa que sexo y comida son sus dos grandes pasiones, revela sus trucos para burlar los controles de las concentraciones y arremete duramente contra numerosos técnicos, incluido Fabio Capello, al que asegura que le gritó en el vestuario blanco: "Eres más falso que el dinero del Monopoly".

Pero, por encima de todo, Cassano deja patente su convicción de que su vida dio un vuelco el 18 de noviembre de 1999 cuando, a dos minutos de que concluyera el partido que ese día enfrentó al Bari y al Inter, marcó un golazo genial que dio la victoria a su equipo por 2-1 y que supuso su despegue como futbolista. "¿Qué ha sido lo primero que ha pensado después de marcar ese gol?", le preguntó un periodista justo al concluir el encuentro. "En que me he hecho rico", respondió Antò con su espontaneidad habitual.

"Aquel partido y mi talento me salvaron de la perspectiva de una vida de mierda", afirma ahora Cassano en Lo Digo Todo. El futbolista –que entre 2006 y 2007 jugó con la camiseta del Real Madrid y que en la actualidad es delantero del Sampdoria, uno de los dos equipos de Génova– confiesa abiertamente que tenía todas las papeletas para terminar siendo un criminal. "Muchas personas que conozco han acabado en la mafia", asegura en relación a la Sacra Corona, la organización criminal que tiene su bastión en Bari, su ciudad natal.

En esa localidad del sur de Italia, en medio de la miseria y de la violencia, creció Cassano, jugando al fútbol entre los puestos del mercadillo de Piazza Ferarese. "Con frecuencia había tiros, coches de la policía, ambulancias", recuerda. "Era pobre, sí, pero debo precisar que jamás he trabajado. Entre otras cosas porque no sé hacer nada", admite sin rubor. Y a sus 26 años confiesa: "Hasta ahora he vivido 17 años como un desgraciado y nueve en plan millonario. Me faltan todavía otros ocho años para empatar".

Sobre el sexo habla sin tapujos. Empezando por su niñez: "Había una profesora en el colegio Carducci, la Sarcina. (…) A veces iba al cuarto de baño y me ponía a pensar en ella muy intensamente. No es necesario añadir nada más". Novias formales dice haber tenido pocas: "Cuatro en 11 años". Pero la escasez de relaciones serias la ha remediado con centenares de amantes esporádicas. "Sí, para compensarlo he tenido alguna que otra aventura. Digamos que entre 600 ó 700 mujeres, una veintena de las cuales pertenecen al mundo del espectáculo", se jacta. "Y no he tenido jamás un gatillazo", precisa orgulloso.

Cassano revela que muchas veces ha saltado al césped a disputar un partido después de una noche de sexo loco. Y que eso no ha afectado a su juego. "Ahí está el Roma-Juve que acabó 4-0", señala en referencia al encuentro que ambos equipos disputaron en febrero de 2004 y en el que Antò marcó dos golazos para el equipo de la capital. "Pues la noche anterior me acosté a las seis de la mañana, y la pasé con una de las muchas amigas que tenía en aquella época".

Pero el delantero confiesa que en Madrid las concentraciones antes de un partido eran más divertidas: «Era más fácil. Nos metían en un hotel, a todos en la misma planta, así que en el piso de abajo o de arriba podía meter a quien me diera la gana y pasar a hacerle una visita en mitad de la noche», revela. "Había un camarero que era mi amigo. Su misión era traerme tres o cuatro cruasanes después de haber follado. Me traía los cruasanes a la escalera, yo acompañaba a la misma a la chica de turno y hacíamos el intercambio: él se llevaba a la tipa y yo me devoraba los cruasanes. Sexo y comida, la noche perfecta", resume el delantero."

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